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Una mina de plomo entre Lugo y Asturias

María Guntín
María Guntín LUGO / LA VOZ

VEN A GALICIA

María Guntín

Sulfuro de zinc y plomo salían de Mina Carmina hasta llegar a una planta de fundición o al puerto de Ribadeo. Una ruta por la frontera natural entre Galicia y Asturias permite descubrir la historia minera

09 abr 2022 . Actualizado a las 23:38 h.

Caminar para desconectar del mundo urbano y conectar con la naturaleza. Recorrer caminos vacíos, en los que las casas deshabitadas recuerdan que en tiempos los «carreiros» fueron un goteo constante de gente y animales. Sobran sitios por los que andar, pero a veces faltan rutas que permitan disfrutar del mundo rural y, al mismo tiempo, entender cómo funcionaba el ecosistema que dirigía la vida en los lugares más recónditos del planeta.

Las montañas que conforman la comarca de A Fonsagrada dibujan una frontera natural con Asturias, pero la fina línea de los mapas pasa desapercibida para las aldeas dispersas por este límite geográfico. Aquí se sigue hablando gallego, se comparten costumbres y también hábitos. En su día a día, los habitantes transitan a caballo entre dos comunidades, sin apenas percatarse ni darle mayor importancia.

La vida en el occidente asturiano

En esta frontera marcada por las montañas aparece la comarca Oscos-Eo, que alberga rutas de senderismo con un pasado histórico que permite entender cómo transcurría la vida en el occidente asturiano. En San Martín de Oscos está Mina Carmina, un lugar escondido que sirve de homenaje al pasado minero de la zona.

Para llegar a esta mina de plomo hay varias alternativas. La más fácil es la que empieza en la aldea de Barreiras, al pasar el área recreativa de Ferreira. Aquí, un puente empedrado sobre el río Agüeira permite dejar atrás las casas para entrar de lleno en el bosque. Hay indicadores durante toda la ruta, que en apenas un kilómetro de subida desemboca en As Talladas, una aldea solitaria en la que solo viven vacas. Las casas están vacías, y una pequeña ermita recuerda que años atrás hubo vida en este lugar.

Continúa la subida y empiezan las vistas, en un marco de pinos, robles y abedules. A lo lejos y en la ladera de enfrente una mancha cobriza se hace cada vez más grande. Se trata de la gran escombrera de Mina Carmina. Progresivamente aparece el molino, la planta de machaqueo y la tolva en la que basculaban los vagones con la producción. Para llegar hay que lidiar con una empinada ladera, que de pronto se abre con la llegada de las construcciones que conforman la explotación. Se puede acceder a su interior, aunque es necesario llevar iluminación. Senderos y galerías se entremezclan y dejan paso a un mirador lateral espectacular, que permite disfrutar del marco natural en el que se dibuja esta mina.

La historia de la mina

Mina Carmina está en un entorno de difícil acceso. Por ello, el mineral solo se podía sacar por arrastre sobre tableros de madera o con caballerizas. Los primeros kilogramos de plomo salieron a lomos de un único mulo, que daba cuatro viajes diarios desde la mina hasta la zona de carga. En los primeros tiempos de la explotación, el mineral era arrancado con piquetes o barras y se desmenuzaba con mazas. A principios de los años 50, la llegada de la electricidad abrió la posibilidad de utilizar equipos nuevos y un compresor que aún se expone en la mina. La tecnología permitió realizar el transporte con un cable de calderos que subía el material. Entonces se exportaba Blenda (sulfuro de Zinc) y Galena (sulfuro de plomo), que llegaba hasta una planta de fundición o se trasladaba al puerto de Ribadeo en camiones.

En Mina Carmina trabajaban 26 personas, que dieron vida a esta planta hasta su cierre, a principios de los años 60 del siglo pasado. El final estuvo marcado por la gran toxicidad de la explotación, por problemas en la fundición de material para obtener plomo, un metal que cada vez se usaba menos en la industria y en la construcción, y en la poca productividad de la mina, que ya había permanecido cerrada durante varias décadas del siglo pasado.

Y para regresar, es tan fácil como emprender ladera abajo y seguir las indicaciones, caminando por una alfombra de hojas.