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Los hospitaleros del Camino de Santiago recuerdan anécdotas de sus peregrinos: «Tuvimos que llevarlo a Valladolid porque se casaba al día siguiente»

Andrés Vázquez Martínez
Andrés Vázquez SANTIAGO

COSAS DEL CAMINO

Peregrinos descansando en un albergue de Arzúa.
Peregrinos descansando en un albergue de Arzúa. Sandra Alonso

Las tienen de todos los colores, desde gente que les aparece con burros o bebés en los albergues hasta fiestas ocultas en las habitaciones, pasando por sorpresas sobre las camas

01 jul 2023 . Actualizado a las 11:43 h.

Ya están aquí. Los peregrinos del Camino han regresado a Santiago por todo lo alto, en tromba como cada verano. Los meses anteriores han servido como calentamiento para los albergues, pero ahora comienza el juego. En este tipo de establecimientos están más que acostumbrados a vivir todo tipo de anécdotas con ellos y esperan seguir sumándolas este año, aunque no parece tan fuerte como los xacobeos del 2021 y el 2022. Las hay desagradables, cómo no, como aquella del hospitalero de O Pino que recibió una agresión por parte de un caminante, pero también muchas otras por las que vale la pena hasta dejarse emocionar.

Junio finaliza con dos tiendas de campaña plantadas en el parque de Belvís, atribuidas a un grupo de peregrinos, no muy lejos del albergue del Seminario Menor. Puede que esté tras este hecho la alta demanda de camas que no se puede atender aun con la gran oferta que hay en la meta del Camino, en Santiago, pero está claro que muchos viajeros son personas auténticamente excéntricas y que van por libre, que hacen lo que quieren cuando les apetece.

Uno de estos exponentes del carpe diem lo ha tenido en su albergue Begoña Valdomar, vicepresidenta de la Asociación Galega de Amigos do Camiño de Santiago y hospitalera en Fisterra. «Un día chegounos un home que xa fixera todo o tramo ata Santiago e, sen présa, quixo chegar ata a costa. Falando con nós, no hospedaxe, díxonos que ao día seguinte casaba en Valladolid, de onde el era, e que se o podíamos levar. Rapidamente, contactamos cun amigo seu que o veu buscar a Compostela e nós arrancamos dende Fisterra para alí, ás carreiras, que tiñamos todos présa menos el», cuenta la experimentada hospitalera, con décadas a sus espaldas trabajando en el sector y recorriendo ella misma el Camino.

«Ao final chegou e casou, con todos angustiados menos el. Anos máis tarde coñecimos á noiva, daquela xa esposa, e vimos que era exactamente igual de despreocupada ca el... Polo que chegamos á conclusión de que estaban feitos o un para o outro», finaliza la anécdota entre risas. De bodas va la cosa, parece ser, pues ella misma está citada como testigo en una de otros peregrinos que la visitaron no hace mucho.

En O Fogar de Teodomiro, un acogedor albergue del casco viejo compostelano, tienen también experiencia en situaciones rocambolescas, aunque también bonitas. Justo en este sentido, matrimonial de nuevo, cuenta su recepcionista que no hace mucho recibieron la llamada de uno de sus habituales clientes, un hombre estadounidense. En este caso les pedía para su hijo, que estaba a punto de llegar caminando, una habitación de lujo «porque lle ía pedir matrimonio á moza, que ía con él, xusto á chegada ao Obradoiro». Rápidamente se pusieron manos a la obra para decorar todo el cuarto como se debe, conseguirles vino y champán y también un ramo de flores.

Es habitual también, para dolor de cabeza de las compañeras de limpieza, que en los albergues surja alguna fiesta de imprevisto. A la mañana siguiente, la habitación en concreto es un cuadro, hasta con vómitos y por supuesto con botellas y bebida tiradas por los suelos. Un ritual de llegada para algunos, que ensombrece y da fe también del comportamiento de algunos peregrinos, que cansan a los profesionales hospitaleros por no respetar las normas de convivencia llevados por el júbilo de pisar Santiago.

A los albergues que están asociados en la organización de Begoña Valdomar llega también de todo, incluyéndose las más variadas especies. «É moi frecuente que nos apareza xente con animais, que están prohibidos nos hospedaxes, ou con bebés. Normalmente veñen con gatos ou cans, pero ás veces tamén con cabalos ou ata con burros».

No solo eso, también están acostumbrados a recibir caras famosas que para ellos son auténticos desconocidos: «Onte tiven un diplomático, que parecía ser moi importante, pero eu non tiña idea de quen era». Lo mismo le tiene pasado con personajes internacionales, «como un conde alemán que se quedou con nós non hai moito, ao que eu atendín coma un máis e logo dinme conta de que era coñecido porque outro peregrino alemán quedou alucinando con que ese señor estivese alí». Ella misma lo dice, el Camino iguala a todo el mundo, «pois nel reina a solidariedade e o compañeirismo».

Sus aventuras como peregrina también le sirven para acumular alguna historia más. «Eramos un grupo grande os que iamos, e entre nós había un rapaciño novo, xaponés e bastante perdido. Vinte anos máis tarde daquela aventura, o mozo xa non tan mozo apareceu de volta buscándome, e emocionámonos moito ao vernos eu e máis Xosé, como dimos en chamarlle ao non ser capaces de pronunciar o seu nome e estar nas datas do día do pai».

Begoña Valdomar recibiendo la Medalla de Ouro de Galicia en la edición del año pasado.
Begoña Valdomar recibiendo la Medalla de Ouro de Galicia en la edición del año pasado. PACO RODRÍGUEZ

Camino para la emoción

Begoña Valdomar tiene también anécdotas de las que aflojan la lágrima. No es para menos, pues quien viva el Camino auténticamente, como se hizo toda la vida, sabe que el viaje también es para el alma. «Onte mesmo chegoume tamén un peregrino italiano, un home xa maior. Ao collerlle os datos e presentarme eu tamén, vexo que se pon a chorar. Intentamos calmalo e, máis tranquilo, cóntanos que no 2008 el fixera o Camiño co seu fillo, que tivo un accidente preto do noso albergue. Díxonos que viñera buscándonos para agradecernos de novo o moito que lle axudaramos a el e máis a seu rapaz naquel ano, e que ao recoñerme emocionouse moito».

Hay detalles, también, que reflejan el amor más puro. En O Fogar de Teodomiro, cuenta su recepcionista, llegó hace un tiempo una sudafricana «namorada tolamente dos queixos galegos». Ella ya había visitado Galicia y ahora volvía con el Camino como excusa para catar de nuevo los San Simón, Arzúa Ulloa, Tetilla o Cebreiro. «Xusto cando xa tiñamos a súa reserva feita e contábamos con ela para que chegase, chamounos o seu home para dicirnos que lle tivésemos preparada unha táboa de queixos o máis completa posible e un bo viño».

El Camino, a día de hoy, ve pisar sus rutas a palestinos que avanzan junto a israelíes y a ucranianos que van de la mano con rusos. El poder de hermandad que tiene el compartir vivencias y aventuras parece poder superar cualquier conflicto, incluidas dos invasiones que desencadenaron guerras.