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Los furanchos, un sabor que solo hay en Galicia

Carlos Crespo

VEN A GALICIA

Furancho Adiós Vida, en Redondela.
Furancho Adiós Vida, en Redondela. M.MORALEJO

La búsqueda de lo genuino ha popularizado estos locales, nacidos en su día como alternativa temporal para liquidar los excedentes de vino de la casa y convertidos ahora en atractivos turísticos. ¡Apura que cierran!

22 jun 2023 . Actualizado a las 15:26 h.

Cuentan los furancheiros más veteranos que en sus inicios estos establecimientos eran básicamente puntos de encuentro para el paisanaje local, que los recorría cada temporada para probar y valorar los vinos de cada casa. Entonces, ni siquiera se les ofrecía comida. Era la propia clientela la que llevaba la materia prima —unos chorizos, unas costilletas o algún marisco o pescado— para prepararla allí. Aún queda algún furancho —muy pocos y muy desconocidos— que mantienen esa esencia. A día de hoy se han convertido en un innegable atractivo turístico. La mayoría, los que se pueden seguir denominando así, mantienen la norma de abrir de mayo a julio, servir exclusivamente el vino de la casa y ofrecer cinco tapas. Pero no han sido pocos los que animados por su extraordinaria acogida se han reconvertido y, aunque mantengan la estética enxebre de sus orígenes, abren todo el año y cuentan con licencia de restaurante.

Efímera vida

No es el caso, desde luego, del furancho Adiós Vida, ubicado en la parroquia redondelana de Reboredo. Apenas un mes permanece abierto. Lo que tarda en despachar los dos mil litros de vino que elabora la familia de Poli Couñago. «En cuanto se acaba el vino, cerramos la puerta». Es su padre, Nariño, quien se sigue haciendo cargo de los viñedos y de la elaboración de los caldos. De hecho, Nariño había regentado un furancho hasta que se jubiló. Cinco años después y a la vista de que seguían «acumulando vino», su hijo decidió seguir sus pasos y en el 2018 abrió Adiós Vida en el jardín de su propia casa, rodeado de viñedos.

Y esa es, precisamente, una de las singularidades y uno de los condicionantes de este furancho. No hay espacio a cubierto. Todas las mesas están en el exterior. De ahí que su propietario apure su apertura hasta las últimas semanas del plazo legal para intentar garantizar el buen tiempo.

Adiós Vida abrió la semana pasada y cuenta con no extenderse más allá de mediados de julio. «El inicio ha sido extraordinario. No contábamos con tanta gente», revela Poli.

Y es que los vinos de este furancho tienen reconocida fama en la comarca. Elaboran un blanco con albariño y loureiro, y un tinto con garnacha y mencía. El truco está en el lugar donde se elaboran y se conservan. Una bodega semienterrada, con paredes y techo de piedra y tierra natural y con un pasadizo que la conecta con una antigua mina de agua. «Es perfecta para conservar vinos porque en ella la temperatura está siempre entre 14 y 16 grados».

En la parte gastronómica, Adiós Vida ofrece a su clientela tortilla, croquetas caseras, tabla de ibéricos, empanada de maíz con choco o xoubas y queso tetilla con membrillo.

El furancho abre de jueves a domingo, solo por la noche y no admite reservas.

Explica Poli Couñago que cada vez reciben más visitas de clientes que le llegan de otras provincias y de fuera de Galicia. «La gente cuando viene aquí busca algo diferente y está claro que el furancho es algo exótico», comenta.

A la pregunta de por qué decidió abrir el furancho, si era consciente de que durante una temporada le iba a decir adiós a la vida, Poli apela a lo sentimental y confiesa: «Lo hago para que mi padre se sienta realizado con el trabajo que durante todo el año sigue haciendo en las viñas».

En la Ribeira Sacra

O Currío en A Pobra do Brollón, en la Ribeira Sacra.
O Currío en A Pobra do Brollón, en la Ribeira Sacra.

Si bien el epicentro de la actividad furancheira se focaliza en las comarcas del Baixo Miño, Vigo, Redondela, Morrazo y O Salnés, todas ellas en la provincia de Pontevedra, no son estos los únicos territorios en los que podemos toparnos con este tipo de establecimientos. Otra zona gallega vinícola por excelencia, como es la Ribeira Sacra, cuenta también desde el pasado año con un furancho. O Currío se llama y está ubicado en la aldea de Trasmonte, en la parroquia de Vilachá, en A Pobra do Brollón.

Fue precisamente este concello el pionero en la provincia de Lugo en la regulación de esta actividad. Y fue el cosechero Pedro Pérez, propietario de O Currío,el primero en acogerse a esa licencia. Es él mismo, junto a su hija Lucía, quienes regentan el negocio.

En su furancho, explica el propio Pedro Pérez «só sirvo o viño que fago para min». De hecho, su familia sigue manteniendo vivo el cultivo de los viñedos en bancales en la ribera de Vilachá.

Acompañado por cinco tapas, como marca la normativa, entre las que no falta la empanada, que en su casa de Trasmonte —explica— «sempre se coceu no forno de leña». La oferta incluye, además, tablas de embutidos, tortilla, callos y quesos de la zona.

O Currío abre los viernes y vísperas de festivos a partir de las 19.00 horas, los sábados desde las doce del mediodía hasta la medianoche y los domingos de 12.00 a 17.00 horas.

Además de despachar vino y suculentas viandas, el furancho lucense mantiene una notable actividad cultural con recitales poéticos, exposiciones de pintura, seráns y conciertos.

Un blanco espectacular

Furancho Zapateira, en Mos.
Furancho Zapateira, en Mos. M.MORALEJO

Hasta el último fin de semana de julio tendrá sus puertas abiertas el furancho Zapateira, en Mos. Después, la casa de Raquel Bouzón recuperará la ansiada tranquilidad familiar, de la que no disfruta desde que a mediados de abril se inició el período furancheiro. Con todo, Raquel se muestra satisfecha de cómo se ha desarrollado esta temporada. «A pesar de que o tempo non nos acompañou moito, non nos podemos queixar».

Zapateira cerrará dentro de un par de semanas con 3.000 litros de vino despachado. Entre blanco y tinto. «Todo o mundo comentou que o branco deste ano estaba espectacular. Eu non che podo dicir nada porque non me gusta o viño», comenta entre sonrisas la furancheira. Y es que del cuidado de los viñedos y de la elaboración de los vinos se siguen encargando sus padres.

El furancho Zapateira, que no toma el nombre del oficio sino del lugar en el que se ubica, lo abrió el abuelo de Raquel, Manuel Bouzón, en 1990. «Daquela a xente viña só polo viño e traían a comida eles da casa». Cuando Manuel se jubiló, el furancho cerró sus puertas hasta que en el 2019 su nieta decidió reabrir y hacerse cargo del negocio.

Las cosas habían cambiado y la gente ya no traía la comida para prepararla allí, sino que había que ofrecérsela y servírsela. «Nós temos catro cousiñas, moi básicas, pero de moi boa calidade». Dan fe de ello los comentarios y el boca a boca que ha popularizado este local.

El plato más demandado puede que sea la tortilla —«un sábado podemos facer máis de 40», comenta Raquel— si bien no le van a la zaga la zorza, el raxo frito, la oreja, el morro y los chorizos caseros fritos.

Este temporada la oferta del Zapateira ha incorporado dos novedades: el raxo guisado —preparado con una salsa parecida a la del jamón asado— y, los jueves, la empanada de pan de millo corvo, una variedad autóctona que la familia de Raquel cultiva. «Facémolo todo nós: plantamos o millo, colleitámolo, moémolo, facemos a masa coa fariña, preparamos a empanada e cocémola. Hai veces que a facemos de bacallau e chocos, outras de bacallau e xoubiñas... Á xente estalle encantando».

El furancho Zapateira cuenta con capacidad para más de cien personas en dos comedores y la terraza. Abre jueves, viernes y sábados, a partir de las 19.30 h.

Furancho Reboraina, en Redondela.
Furancho Reboraina, en Redondela. Oscar Vázquez

Hace 13 años que Montse Cruces se encarga de la gestión del furancho Reboraina, en la parroquia de Reboreda, en Redondela. Temporada tras temporada, abre el 1 de mayo y cierra el 31 de julio, acogiéndose al mes de prórroga que la legislación permite para este tipo de establecimientos.

«SE CHOVE, NON ABRIMOS»

Asegura Montse que este 2023 está siendo un año atípico por la inestabilidad meteorológica. Y es que todas las mesas del Reboraina, que cuenta con capacidad para más de 200 comensales, se ubican en el exterior. «O tempo este ano non nos axudou porque nós, se chove, non abrimos», señala.

Esa es la desventaja del imponente espacio que ocupa este furancho. Por contra, cuenta a su favor con el hecho de disponer de un enorme jardín, que lo convierte en un lugar idóneo para el disfrute familiar. «Veñen moitos pais cos nenos pola tranquilidade, porque aquí teñen sitio de sobra para estar».

Pero además del maravilloso entorno y del espectacular magnolio que domina y sombrea buena parte de la terraza, la gastronomía y el vino son las otras dos grandes bazas de este furancho.

De la parte del sustento se encarga la propia Montse Cruces. «Temos unha carta típica de furanchos. Tampouco nos queremos saír moito diso», comenta. Y, en efecto, la oferta del Reboiraina se centra principalmente en las tortillas, la zorza —«non é o picadillo que che serven en moitos sitios, aquí preparámola como se facía antes»—, las tablas de embutidos y las de quesos, los chorizos asados, la empanada de maíz y los pimientos de Padrón. De postre, como no podía se de otro modo, queso tetilla con membrillo y, como novedad de este año, requesón con miel y nueces.

Del vino se encarga la familia propietaria de la señorial casa junto a la que se ubica el furancho y de los viñedos que lo circundan. Son ellos los que elaboran el albariño que lleva el mismo nombre que el furancho, Reboraina. Un albariño fresco y delicado, elaborado exclusivamente a partir de las uvas de sus viñedos propios, lo que le proporciona una expresividad fiel a la tradición y a su origen.

En junio, el furancho Reboraina abre de martes a domingo a partir de las 19.30 horas. En julio abrirá todos los días. Eso sí, no admite reservas. Su responsable considera que por su propia filosofía y concepto «no furancho non se debería reservar».