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David Chipperfield, entre el relax y el trabajo en su santuario de Corrubedo

Christopher Rodríguez
Christopher rodríguez RIBEIRA / LA VOZ

VEN A GALICIA

Chipperfield, posando este sábado en el bar do Porto, local de Corrubedo propiedad del arquitecto británico.
Chipperfield, posando este sábado en el bar do Porto, local de Corrubedo propiedad del arquitecto británico. Marcos Creo

El arquitecto británico regresa a Galicia para unos días de descanso tras recibir el prestigioso premio Pritzker

16 may 2023 . Actualizado a las 10:26 h.

No debe titubearse a la hora de afirmar que Galicia es un lugar que enamora a propios y extraños. El clima, la gente, la gastronomía y el litoral, entre otros muchos aspectos, son capaces de prendar a cualquiera, incluso a las mayores eminencias planetarias. David Chipperfield es una de ellas. El británico, uno de los gurús de la arquitectura a nivel mundial, conoció Galicia en 1992 y desde entonces sus caminos jamás volvieron a separarse.

El pequeño pueblo costero de Corrubedo fue el que cameló el corazón y la vena artística de Chipperfield, como un lugar privilegiado que el británico ha convertido en su santuario. Como un paisano más, el flamante premio Pritzker —galardón de arquitectura de mayor prestigio a nivel internacional— acudió este fin de semana a su cita con la localidad entre el relax y las ocupaciones que comporta ser uno de los artistas más influyentes de Occidente.

Sentado en la terraza del humilde bar do Porto, que él mismo reabrió en el año 2020, Chipperfield disfrutaba de una mañana de sábado en familia entre numerosas llamadas telefónicas. Al finalizar una de ellas, y asaltado, como tantas otras veces, por el informador, se presta encantado para unas fotografías en las que posa en la taberna.

Una vez rematada la improvisada sesión, vuelve a su asiento entre las risas de sus hijas, conscientes de que tendrán que servir de traductoras después de una rápida negociación encubierta, porque aunque acompañado de su naturalidad y pura sonrisa, el talento de Chipperfield traspasa fronteras e idiomas: «No hay desconexión, he venido a trabajar. Voy a Santiago de Compostela para desarrollar proyectos y colaborar con la Fundación RIA», explicó ante la atenta mirada de sus compañeras de café, que constataban que el descanso absoluto no existe para el británico ni en paraje tan propicio como Corrubedo.

Amante de la tierra

Pese a su ajetreada agenda, no es la primera vez que el arquitecto visita a Galicia desde que recibió el Pritzker el pasado marzo. De hecho, a los pocos días del reconocimiento, Chipperfield realizó una parada exprés en la localidad ribeirense «para sacarse unas fotos», explican entre chanzas los familiares que lo acompañaban antes de que él hiciese un receso para completar unas gestiones.

Una mente capaz de imaginar y ejecutar obras de tanto nivel en ningún momento se detiene. A lo largo de los años, Corrubedo, su hogar en Galicia, ha sido un privilegiado lienzo en el que el arquitecto británico ha plasmado toda su creatividad.

Desde la restauración del bar do Porto —popularmente conocido como el bar de Chippi—, pasando por su propia casa de vacaciones, y hasta la escultura del artista londinense Antony Gormley que Chipperfield donó al Concello, el poso dejado por el arquitecto ha extendido el nombre de la localidad por todo el planeta. «No hay proyectos nuevos para Corrubedo», adelantó mientras apuraba el último sorbo de su café con un tono en el que se entiende que hay ideas en la recámara.

Fuera ya de su figura como arquitecto, David Chipperfield se ha convertido en un vecino más de la localidad ribeirense. Alejado del foco mediático en su pequeño rincón en Galicia, los saludos se suceden con los corrubedanos, que lo tratan como lo que es, un paisano más. La barrera del idioma no limita la actividad del inglés en el pequeño paraíso marinero de Corrubedo. «Muy abierto» y «sociable» son los calificativos que más se repiten entre los parroquianos a la hora de describir la figura del pritzker.

Después de tres días en Galicia, en donde no ha tenido tiempo de practicar la navegación, otra de sus pasiones, el arquitecto hará las maletas para continuar con su actividad y seguir desarrollando nuevos proyectos. Chipperfield, un adelantado a su tiempo que deja huella y no solo por sus impresionantes edificaciones.