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El tinto de brancellao que triunfa en un barrio exclusivo de Londres

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

VEN A GALICIA

Iria Prieto, segunda por la izquierda, en la presentación de los vinos en Londres
Iria Prieto, segunda por la izquierda, en la presentación de los vinos en Londres

Adega Régoa presenta en Richmond tintos de las añadas del 2011 y el 2017

03 may 2023 . Actualizado a las 09:08 h.

Adega Régoa acaba de presentar sus vinos en Londres. No es nuevo que las bodegas de Ribeira Sacra se asomen al mercado internacional. Pero Reino Unido, y más después del brexit, no es precisamente un destino fácil. El caso de Régoa resulta llamativo. Su importador, Bastian Fischer, nunca visitó la Ribeira Sacra. «Ni siquiera conoce Galicia», apunta el bodeguero, José María Prieto. Entre sus vinos, a Fischer no solo le sedujeron los mencías del año. El vino que más le impactó es un tinto en barrica de la escaso varietal brancellao. Todos los distribuye en restaurantes y tiendas del barrio de Richmond, una de las zonas más elitistas de la capital inglesa.

Prieto, médico jubilado y apasionado del vino, fue uno de los pioneros en la apuesta por esta variedad de cultivo tradicional en Galicia. Tiene 5.000 cepas de brancellao plantadas en la pieza de diez hectáreas de viñedo situada en la ribera de Amandi de la que sale la uva para todas sus marcas. Salvo el Régoa por Copas, del 2021, los tintos que distribuye en Londres son de las añadas del 2017 (Brancallao y Esencial) y 2011 (Régoa T/N).

«El mercado inglés — explica Prieto— es muy restrictivo. Fueron los que levantaron Oporto y Burdeos, y eso se nota. Catan un vino después de seis meses para ver cómo se comportará dentro de seis años». En esa onda, el bodeguero de Amandi se mueve como pez en el agua. Fuera de la concesión a los comerciales que supone su vino joven, predica con el ejemplo la longevidad de ciertos vinos de Ribeira Sacra.

Por lo de pronto, en Amandi diferencian viñas de piteiro y leirón. «El piteiro es el suelo más pobre y pedregoso. Da vinos con más acidez y ph más bajo, lo ideal para que evolucionen en botella. Eso no pasa con la uva del leirón. No sé los motivos, pero es así. Estaría bien dedicarle alguna investigación para sacar conclusiones», comenta Prieto.

Todo empezó en Düsseldorf

Bastian Fischer es gerente de la firma The Good Wine Shop, domiciliada en Richmond. Descubrió los vinos de Adega Régoa el pasado año en el puesto del consejo regulador de Ribeira Sacra en la feria Prowein, en la ciudad alemana de Düsseldorf. Contactó por correo con Prieto, que envió a Londres muestras de todas sus marcas. Fischer se quedó con cuatro para su catálogo.

El distribuidor londinense se define en la web de The Good Wine Shop como «un inconformista del vino» al que le encanta probar cosas nuevas. De ahí posiblemente su fascinación por el brancellao. «No conocía esa uva —señala Prieto— y es un vino que no se parece a ningún otro. Siempre pensé que es una gran variedad, con potencial de guarda, pero aún nos falta experiencia. Como quien dice, estamos empezando de cero».

De todas las añadas del Régoa Brancellao, la que mejor evolucionó fue la del 2015. Posiblemente le quedasen todavía muchos años de recorrido, pero Prieto no lo podrá comprobar. La mujer de un conocido elaborador riojano, de visita en la bodega de Amandi, quedó prendada del vino y se llevó las contadas botellas que quedaban.

Salvo en el caso del tinto por copas, de Adega Régoa no sale ningún vino con menos de cinco años de crianza y afinado. Iria 2008, la joya de la casa, se puso a la venta en el 2020 y Prieto decidió parar la distribución después de catar una botella aparcada en un rincón. «Aún le faltan cinco o seis años», dice. El tinto joven, a su juicio, no puede seguir acaparando la mayor parte de la producción de Ribeira Sacra. «Para una uva producida en viñas en bancales no es competitiva», sostiene el bodeguero.

Adega Régoa solo vinifica entre 20.000 y 25.000 kilos de la uva que produce su viñedo. «No dejamos de ser una pequeña bodega, pero incluso para nosotros es necesario salir al mercado internacional», señala Prieto. La mesa en la presentación en Londres de los vinos de su importador, mayoritariamente de Francia e Italia, estuvo atendida por su hija Iria, que reside desde hace años en esa ciudad. «Ella es joven, guapa y habla perfectamente inglés», deja caer el bodeguero. Desde hace treinta años, lo suyo es darle vueltas al acertijo de los diferentes terruños del Sil.