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Patxi Pérez: «Pasé de ser el chaval que vendía entradas en la catedral de Santiago a investigar su necrópolis»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

VEN A GALICIA

Sandra Alonso

«Se me encendió la bombilla cuando un peregrino de EE.UU. me dijo: ''La visita estuvo bien, pero me faltó algo''», aclara el historiador compostelano. «Este año publicaremos algo sobre una figura histórica de la Catedral», avanza ilusionado

02 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Aún llegó la semana pasada de Alemania, donde era investigador en el Instituto de Geoantropología Max Planck, pero el historiador Patxi Pérez no se detiene. «Con una investigación posdoctoral empiezo aquí una estancia en la Facultade de Historia. También haré más publicaciones sobre lo examinado en la catedral de Santiago y buscaré otra beca para seguir investigando», apunta con algo de frustración, pero sin desánimo, el santiagués. «Ves que algo de la historia de tu ciudad ya fue estudiado por ti y todo compensa», destaca.

«Mi madre, de Boiro, vivió en el País Vasco; de ahí mi nombre, pero yo soy compostelano. Mi infancia transcurrió entre el Ensanche y el colegio La Salle», evoca sonriendo a sus 34 años. «Ya en Historia, me especialicé en arqueología medieval. Al leer un libro de un antropólogo que defendió a contracorriente que un fósil óseo era humano, vi mi vocación», señala sobre un ámbito en el que ya se realizaría poco después. «Empecé a trabajar en la Cidade da Cultura con una empresa que vendía entradas para una exposición. Con esa firma salté al museo de la Catedral, donde hacía lo mismo. Yo creía que podía dar más. Fue un peregrino de EE.UU. el que me ayudó a comprobarlo», rememora divertido. «Al devolverme una audioguía, le pregunté qué le había parecido la visita. Me dijo: "Me gustó, pero me faltó algo, saber más sobre la gente que ayudó a levantar el templo". Se me encendió una bombilla. Pensé en la necrópolis medieval que hay bajo la planta principal, el que fue el primer cementerio de la ciudad, y no dudé», asegura, aludiendo a un espacio que, desde las obras de restauración en la seo, no se puede visitar.

Sandra Alonso

«En el 2014 les planteé al director del museo y al de la Fundación Catedral la posibilidad de estudiar los restos, de entre los siglos IX y XII, que había allí y que no se habían revisado desde los años 80. No olvido que yo solo tenía 25 años, y ni había empezado un máster», defiende agradecido y aclarando que poco después ya haría en Reino Unido esos estudios, centrados en análisis osteológicos y biomoleculares. «Tras meses de espera, me dieron el visto bueno. Pasé de ser el chaval que vendía tiques, y al que acompañaban los guardias con la recaudación, a investigar la necrópolis. Analicé en un principio ocho tumbas», sostiene.

«Me enamoré del proyecto. Al acabar esa fase, necesitaba saber más», continúa, recordando cómo inició un duro proceso de buscar becas, un hándicap que contrarrestó logrando que figuras de renombre se involucrasen. «Tuve la suerte de poder rodearme de los mejores. Al célebre forense Francisco Etxeberría le pedí por email si me dirigía la tesis, y aceptó. También capté la atención del instituto alemán Max Planck, que costeó los trabajos. Un equipo de Atapuerca ayudó a recrear en 3D la necrópolis. Yo dirigía la intervención. Trabajaba doce horas, desde las 08.00, pero feliz», subraya.

«Al final analizamos 33 restos, que constataron que Compostela se pobló con gente de fuera. Más del 50 % lo eran. Durante los siglos IX y X los primeros moradores procedían de zonas del Al-Aldalus. Encontramos también el esqueleto de un subsahariano», precisa con entusiasmo. «Sorprendía la altura de los enterrados, de hasta 1,80 metros», añade, explicando que las comprobaciones se realizaron con análisis antropológicos, de isótopos y de carbono 14 de los esqueletos, un campo para el que se formó en Oxford. «Encontramos caracoles arqueológicos en la necrópolis, que ayudaron a contrastar los resultados. Me convertí, por todo Santiago, en un cazador de esos moluscos», comparte riendo.

Sandra Alonso

«Luego ampliamos el proyecto. Rastreamos tumbas de 28 yacimientos del Camino, llegando hasta Jaca y Roncesvalles. Nos chocó que casi la mitad de los huesos eran de mujeres. A la primera que encontré le llamé María Soliña por mi madre», afirma con cariño. «En veinte tumbas apareció la concha del peregrino. Sabemos que en Suecia se enterró gente con ella en el siglo XI. Mi sueño es llegar a toda Europa», resalta sin descanso.

«Fue un espaldarazo lograr en el 2022 el premio Investigación de la Cátedra del Camino y las Peregrinaciones. Alienta tras tanto sacrificio personal y económico», acentúa. «Este año publicaremos algo sobre una figura histórica de la Catedral», avanza ilusionado.