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La aldea de Lambre, punto de partida de una excursión para buenos caminantes

CRISTÓBAL RAMÍREZ

VEN A GALICIA

cristóbal ramírez

17 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El río Lambre, uno de los que alimentan el golfo Ártabro, está cargado de historia. Por ejemplo, fue testigo de dos actuaciones cuyas consecuencias, si es que se puede decir así, aún están a la vista, y por muchos años. Una, la construcción de un puente gótico en su tramo final que vio —y ve— cómo pasan los peregrinos que recorren el Camino Inglés. Y otro, la inauguración del Ponte do Porco, justo en la desembocadura, una obra más ancha y sólida y que data de tiempos de la reina Isabel II.

Fijando en la aldea de Lambre el punto de partida, hay dos posibilidades: los que estén acostumbrados a andar mucho pueden acometer por el camino que arranca de la última casa, puro descenso y en ocasiones dificultoso hasta llegar cerca de la corriente, previo paso por una canalización. Quienes prefieran algo más sencillo, entonces deben seguir el asfalto en la misma dirección que la corriente (o sea, al suroeste) y coger el desvío a la diestra señalizado Vilarciá. En un punto arranca a la derecha una corredoira que también conduce a la parte baja, a ese cañón precioso, salvaje y muy poco visitado por el que corre el Lambre. E incluso si no hay ganas de andar mucho o si se va con menores, entonces que el coche continúe rodando hasta la estupenda casa de Vilarciá.

Y desde Vilarciá el agua emprende veloz caída desde los 175 metros sobre el nivel del mar hasta los 20: va a dar a la central hidráulica de Goimil.

Esa es una posibilidad para conocer el Lambre. Otra, alternativa y al mismo tiempo complementaria, es llegarse a Vilamateo desde Miño y por Goimil bajar hasta la corriente a la altura del puente de Brea. A partir de ahí la vía está asfaltada hasta la desembocadura.

El río va a ir más emboscado por la orilla izquierda que por la derecha, lo cual es una suerte porque está aquí mismo. De hecho un sencillo puente permite cruzarlo. Un molino en ruinas está prácticamente desaparecido por la generosidad de la vegetación.

Pero donde sin duda se impone hacer una parada es en el puente medieval, atribuido a Fernán Pérez de Andrade, o Bo, señor de un gran territorio en el que mandaba desde su palacio en Pontedeume. Y a partir de ahí, el coche tiene que ir muy despacio, porque en ese kilómetro largo se puede encontrar de frente con peregrinos, y no hay ni acera, sendero o cosa parecida.

El final, al dar una curva muy cerrada dejando al otro lado una casa de sobresaliente, no puede ser más esplendoroso: entrañable monumento a Fernán Pérez de Andrade en una placita desde la que se contempla el fin de este emblemático río de 12 kilómetros que muere en el golfo Ártabro.

INICIO

43º19’12”N 8º06’51”W.

LA FOTO MÁS PERSONAL

En el puente gótico.

IMPRESCINDIBLE

Botas de montaña para descender al río.

MAPA RECOMENDADO

Instituto Geográfico Nacional 46-I.