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Auga, el regreso de la fiesta sin dueño

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

VEN A GALICIA

Martina Miser

Una oleada de vilagarcianismo inaugura la muestra «Aquí non chega!»

11 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Un ritual puede cobrar infinitas formas, pero jamás fallar al objetivo que le da sentido: servir como ancla al ajetreado simio pelado que somos en la navegación del tiempo que todo lo acaba triturando. Pasan las gentes, sus voces se desvanecen en el olvido, pero el rito continúa escenificándose, ofreciendo a sus participantes un asidero frente al cambio, y la ilusión de que no hay quien pueda con la obra colectiva a la que todos contribuimos. Desde hace cuarenta años, o algo más, o tal vez menos, en función de quien relate la historia, la Festa da Auga ofrece a los vilagarcianos, nativos y de adopción, una forma de reconocerse a sí mismos y explicar a los demás quiénes son, no uno por uno, sino juntos en tropel. Y menuda tropa, porque en sus mejores momentos la cosa se fue hasta las treinta mil personas, mojándose cada día de San Roque en la calle.

Sería fácil describir en unas cuantas líneas la exposición que el Concello de Vilagarcía inauguró anoche en la sala Antón Rivas Briones, con la colaboración nuclear de la comisión Auga que non has de beber, las peñas, los fotógrafos y reporteros gráficos que trabajan en la ciudad, los dos Rafa Sabugueiro, padre e hijo, y el gabinete municipal de Comunicación como motor. Pero lo mejor será dejar que hable la propia muestra, que merece una atenta visita. Como mucho, decir que Aquí non chega! es el relato en palabras, imágenes y camisetas, de cinco décadas de un festejo difícilmente igualable, que nació sin dueño y sin dueño tendrá que seguir.

La banda de música hizo su parte, con el imprescindible pasodoble Triunfo y el Himno de Galicia, entre otras piezas. Lo demás lo puso en la Rivas Briones la alianza de vilagarcianismo que representaron el abundante público junto al alcalde, Alberto Varela, y la concejala de Cultura, Sonia Outón, desde la cesta de una grúa a la altura del suelo. Pocos discursos pronunciarán cualquiera de los dos que alcancen la ovación unánime que cosecharon sus palabras de anoche, con Carlos Guerrero como maestro de ceremonias en el punto final.

Regresa la fiesta sin perro guardián, y los prolegómenos demuestran que las ganas de parranda, aunque aplacadas por la sequía y los fuegos del Xiabre, están vivas. La exposición abre sus puertas con un recuerdo para el legado de quienes ya no están, pregoneros y no pregoneros, que podría sintetizarse en ese caldeiro que el alcalde aferró para arrojar sobre el personal que llenaba la sala su contenido de confeti. Tiempo habrá a partir de ahora para llenar otros cubos con agua. De forma restringida, ya lo saben, y sin aquellos manguerazos. Habrá que ver si la Festa da Auga podrá recuperar en algún momento su formato descomunal. Que el ritual sobreviva no significa que no necesite adaptarse. En ello andamos.