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Dos esculturas para ser moldeadas por el tiempo en Porto do Son

ADRIANA QUESADA / M. X.B. RIBEIRA / LA VOZ

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CARMELA QUEIJEIRO

Samuel Salcedo deja su huella en el municipio con piezas sobre la memoria

16 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El escultor catalán, Samuel Salcedo (Barcelona, 1975) ha instalado dos de sus obras en el paseo marítimo de Porto do Son. El artista, tras un año trabajando en el proyecto, lo ha culminado colocando las piezas en este lugar con el objetivo de que sea el clima de la zona el que termine transformándolas y moldeándolas a su gusto por medio del viento y la oxidación de los materiales.

Salcedo es un artista que realizó sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, terminando en el ámbito de la escultura, aún siendo consciente de que era «un mundo que requiere no solo trabajo, sino también mucha suerte». A diferencia de muchas personas de este campo, él tiene «la oportunidad de dedicarse de forma exclusiva a esta actividad», después de haber expuesto muchas de sus obras por todo el mundo.

Sus trabajos más famosos buscan representar rostros y figuras humanas, intentando mostrar la condición del hombre: cambiante y no siempre sincera a primera vista. Esto lo consigue por medio de esculturas con imágenes en apariencia ridículas, pero que esconden un trasfondo irónico sobre la naturaleza y forma de comportarse de las personas.

Sin estancarse en ninguna técnica concreta, Salcedo usa una gran cantidad de materiales para llevar a cabo sus composiciones como resina, bronce, madera, aluminio... Esto le permite no solo crear texturas, sino despertar sensaciones diferentes en las personas que las observan.

Después de un año sin visitar Porto do Son por culpa de la pandemia, el verano pasado tuvo la oportunidad de volver a este municipios que es la cuna de su mujer. Incluso decidió prolongar su estancia más de lo normal, lo que lo obligó a «trabajar por primera vez fuera de su estudio». Para ello, la comunidad de montes de Baroña le cedió un espacio que convirtió en taller, donde también tuvo la oportunidad de impartir algunos cursos.

Fue en este contexto en el que el regidor local, Luis Oujo, le propuso realizar un proyecto específicamente para Porto do Son. Y Salcedo lo aceptó de buen gusto: «Las esculturas que se colocan en zonas públicas son accesibles para todas esas personas que no están dispuestas a ir hasta un museo». Es la forma que tiene de que sus trabajos no estén encerrados en salas y salgan para poder ser disfrutados por todas las personas de un lugar.

Caras sin nombre

Las obras son dos rostros hechos de hierro que buscan «hablar sobre la memoria». El autor no ha dejado nada al azar, puesto que el material escogido busca que «sea el clima el que termine transformando la pieza, oxidándola y dejando grabada la memoria del sitio donde la hemos colocado». Salcedo asegura que de esta manera la obra será «más única» y pasará a pertenecer completamente al municipio.

De hecho, habla de cómo uno de los rostros está colocado mirando hacia el mar con un gesto de serenidad que transmite «la espera de ese cambio que terminará por producirse en las esculturas». Uno de los puntos que destaca el artista es que no solo el clima interactuará con las figuras, sino que también los propios vecinos podrán hacerlo mirando dentro de las cabezas para distinguir así lo que sucede en el interior y el exterior de las mismas. De esta forma, busca hacer más visual la diferencia entre lo que sucede dentro y fuera de la mente de los individuos. Además, ambas figuras están inspiradas en varios elementos, pero destaca el papel que han tenido las formas de los penedos a la hora de elaborar la composición.

En contraste con otros de sus trabajos, estas dos caras aún no tienen nombre. Asegura que su intención es que sean llamadas de forma que evoquen el recuerdo y la memoria, que son las ideas principales que quiere transmitir, y destaca su deseo de que sea en gallego. Pese a ello, prefiere que sea el pueblo el que las bautice.

Samuel Salcedo no sabe si estas esculturas serán algo permanente o pasajero. Asegura que eso se irá analizando con el paso del tiempo. Admite que si las retiran dentro de unos años «no pasaría nada. El hecho de que me hayan dejado colocarlas en ese lugar durante un tiempo, el que sea, ya es más que suficiente».