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Hemeroteca | 2010 | Cuerpos sin kilos, espíritus más ligeros

Patricia Blanco
Patricia Blanco

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PRADERO

El transporte de mochilas en taxi ya aliviaba las espaldas de los peregrinos en el 2010

27 sep 2021 . Actualizado a las 20:12 h.

Ninguna receta para cocinar peregrinos incluye muchos kilos de ingredientes. En las más sofisticadas, incluso, se puede ver bien claro el matiz de que, cuanta menos cantidad, mejor. Los caminantes de antaño lo tenían muy presente -debe de ser la sabiduría tradicional- y a sus espaldas no traían más que los pequeños esportillos o alforjas. Un hatillo de enseres bien seleccionados para no deslomarse y perder las costillas a lo largo de los kilómetros.

Pero, como todo, lo que es «de primera necesidad» va cambiando con los años y hasta O Cebreiro (1.300 metros de altura), llegan ahora peregrinos derrengados por tener que cargar con eso que se considera vital. Ropa, saco de dormir, varios pares de calzado, cremas protectoras, calmantes y un largo etcétera. Cargados «como burros». Lo mismo pasa con los que llegan en bicicleta. Se recomienda que el petate no supere el 10% del peso del peregrino, pero algunos de ellos llevan en su parte trasera la mayor cruz. Sueltan un profundo «¡uf!» cuando se liberan de ella, y un sonoro suspiro cuando la vuelven a cargar para partir.

Las maletas, sobre ruedas

En el 2004, Mundicamino se presentaba como una de las empresas pioneras para la liberación corporal del peregrino, a través de un sistema de transporte de las mochilas y las maletas. Pero, como en todo, ya había antecesores y, particularmente, aquí en O Cebreiro, es algo ya más que usual ver a los taxistas cargados de macutos. Arriba y abajo. Abajo y arriba. Tres distintos, como mínimo, prestan sus servicios desde Pedrafita y O Cebreiro. Algunos funcionan individualmente, pero otros están ya incluidos en una red de transporte. Los hay incluso desde Roncesvalles y, en ese caso, se gestiona desde un mismo punto. En el último Año Santo se predecía desde O Cebreiro que el «mochilear» se iba acabar. Y así está siendo. Los peregrinos van por un lado y sus cosas van por otro. En paralelo.

Cada vez más adeptos

Hay quien opta por este servicio desde el punto de partida. Pregunta clave es la de si compensa y, teniendo en cuenta que, por ejemplo, desde O Cebreiro hasta Santiago serían unas siete etapas (a unos siete euros por maleta en cada una de ellas, aunque hay descuentos por grupos u otras circunstancias), lo cierto es que liberar el cuerpo vendría saliendo en unos 50 euros.

«Cada día, podo transportar arredor de cincuenta maletas», explica uno de los taxistas que operan desde O Cebreiro (él cubre el trecho hasta Sarria). El modus operandi está claro: sobre con los datos personales colgado de la mochila y esta va de hostal en hostal o albergue en albergue. Cual peregrinas, pero con ruedas incorporadas.

En O Cebreiro todavía se pueden ver muchos caminantes cargados con todos sus enseres, la mayoría en enormes mochilas de trekking, pero otros tantos o más llegan libres.

Los taxistas sudan la gota gorda entre recogidas y depósitos de alforjas, pero adelantan que todavía «irá a máis» en los próximos meses. Para ellos es un modo de vida, y para el peregrino, una manera de librar el cuerpo de kilos y llenar el espíritu de aliento. «Yo no podría cargar con todo eso», aseguran sin dudarlo.