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«Nuestro Sanxenxo no es el que conoce todo el mundo»

Ana Abelenda Vázquez
Ana Abelenda

VEN A GALICIA

ADRIÁN BAÚLDE

SON GALLEGOS Y SIEMPRE ELIGEN GALICIA para pasar las vacaciones de verano. Les seguimos para descubrir o revisitar algunas de nuestras joyas. Aquí lo tenemos todo, menos ola de calor...

08 sep 2021 . Actualizado a las 08:52 h.

Las vacaciones son un estado de ánimo en Águeda y Javier, que llevan la alegría festeira allá donde van. Y van a muchas partes, porque les cuesta parar el motor. Disfrutar de la vida son sus deberes en vacaciones, hay que aprender. En Galicia, la pareja disfruta como en ningún sitio verano tras verano. Su paraíso está en Sanxenxo desde hace 34 años, desde ese momento en que se vieron, surgió la chispa y decidieron darse prioridad el uno al otro sobre todo lo demás. Javier era ya un clásico en Sanxenxo, donde veraneaba de niño, con su tropa familiar. Si la ola de calor achicharra Europa, el frescor atlántico le para los pies. «No perdonamos el verano en Galicia», dice Javier. Él y Águeda se conocieron en Santiago, y enseguida él la fue llevando a su costa... «Empecé a ir a Sanxenxo con él, al principio de tienda de campaña, como buenos recién, con poco dinerito», recuerda ella. Iban a Cachadelos, en la playa de Major. Y esta sigue siendo su favorita más de treinta años después.

No le costó mucho a Javier que Águeda se prendase de su paraíso. «Nosotros Sanxenxo lo conocemos de una forma diferente. Me da rabia que la gente piense en esto como un sitio masificado. No es cierto. El que lo conoce bien sabe que el pueblo tiene un encanto especial, será su gente. Nosotros conocemos los entresijos, no vamos a los cuatro sitios típicos. Nuestro Sanxenxo no es el que conoce todo el mundo...», dice ella. Esta pareja viajera que no deja de saborear los encantos de la tierra aguza nuestra curiosidad. ¿Nos reveláis algún sitio de vuestro Sanxenxo? «Hay un sitio espectacular, con una terraza grande, que se llama A de Irene. Es muy enxebre y se come muy bien», apunta Javier.

Adoran la playa, el tiempo y la gente, la del pueblo. «Les conocemos de hace muchos años y les queremos», dice Águeda, que también nos recomienda un lugar que queda por la zona del cementerio, que «se llama Taberna Villalustre». «Es gente que, año tras año, nos recibe con mucho cariño, como si fuésemos de la familia. Llegamos a Sanxenxo y llegamos a casa», asegura.

El bum urbanístico que transformó el corazón turístico de O Salnés, hasta el parón de la crisis del 2008, no animó a esta pareja, en su día, a comprar apartamento. «Nosotros vamos a Sanxenxo tanto en invierno como en verano, pero no quisimos vernos obligados... Así que conocemos todos los hoteles de Sanxenxo y elegimos según la temporada», comparte Águeda. El Carlos I es uno de sus preferidos. «¡Pero vamos a todos!». Además, en ocasiones alquilan el apartamento de una amiga.

Este verano han ido varias veces a su edén en las Baixas. Primero estuvieron diez días en julio, se movieron allí un fin de semana en agosto y este septiembre no fallan a la Festa da Cebola, en honor a Santa Rosalía. Justo hoy están por allí.

«Nosotros somos como somos, también te lo digo. No nos gusta pasar desapercibidos. Nos gusta la gente, tratar con la gente», confiesa Águeda.

¿Ha cambiado mucho Sanxenxo en tres décadas? «Mucho, mucho. Había unos chalés preciosos... Todo eso es verdad que ha desaparecido. Ahora está más para el turismo. No es del todo así, pero esto sí se ha comido parte del encanto que tenía...», admite Javier. Recuerdan sitios maravillosos, encantadores, enxebres («¿Te acuerdas de aquel, en que bajábamos por unas escaleritas...?», le pregunta ella a él) que han desaparecido por la voracidad urbanística, pero hay algo que permanece y sigue tirando como el primer día.

«Bajas a la calle y ya empiezas a ver gente, gente del mismo pueblo, eh. Te saludan como siempre, te dicen: ‘Ah, ¡ya estáis aquí!’. Un gusto. Es nuestra ciudad de vacaciones. En Sanxenxo te cambia el chip», asegura Águeda.

Otro de sus paraísos en Galicia es la ciudad de Pontevedra, este más reciente. «Vamos en verano y en invierno; nos gusta siempre, nos da igual», dice Javier.

Por algo, Pontevedra ha tenido mención de la ONU como ciudad bonita y cómoda para vivir. «En Pontevedra te reciben como en ninguna otra ciudad del mundo. La gente es un encanto, es una ciudad muy cómoda y ambiente tienes el que quieras», asegura Javier. Ayuda el hecho de que sea peatonal, valoran. Allí suelen parar en el hotel Rúas...

Este verano fueron por primera vez unos días a A Guarda, que pillaron, dicen, en el mejor momento de agosto. El tiempo siempre les sonríe, aunque sea con el nubarrón encima. Ellos lo despejan con humor. Su plan de vacaciones no se limita a la playa, nunca olvidan los playeros y el chubasquero. «Ves, a veces, el mapa de España, por encima de los 40 grados... Es horrible. Aquí duermes con la sabanita, está bien que haga algo de fresco», confiesa Águeda.

No hay lugar de Galicia del que no hablen bien, pero su corazón se lo lleva la playa de Major, y este verano han disfrutado del Bico, el chiringuito que montó el actor Adrián Castiñeiras, con vistas de lujo a las Cíes y Ons.

MOLINOS Y FURANCHOS

La ruta de los molinos de Dorrón y Bordóns y la de los furanchos son dos de las que más nos recomienda la pareja para disfrutar en la zona. Si eres de monte, tienes mucha ruta de senderismo para caminar y respirar.

¿La pareja que supera las vacaciones unida permanece unida siempre? «Así es», sonríen. «¡Lo nuestro es a prueba de bombas!», sigue Águeda. Hasta en la pandemia se lo montaron bien, y eso que él no podía salir tras afrontar una operación. Con videoconferencias con los amigos, la parte más negativa se rebajó, aseguran. «No puedes estar mal con Javier, es siempre entretenido. Nos gusta la gente, pero también nos gustamos mucho. Lo pasamos muy bien juntos», subraya Águeda. A veces, los amigos (de Norte a Sur de Galicia) se les enfadan por no verles. «Nos encanta ir a nuestra onda, sin compromisos».

¿Y cuál es el secreto de este amor? «Sale fácil, no nos cuesta nada...», revela Javier. «Tenemos suerte -completa Águeda-. Te puede tocar dinero, salud... A nosotros nos tocó esta historia especial». Eso sí, para ellos, para los dos, el otro es la prioridad. Estar (bien) juntos a las duras y a las maduras, eso. Y así madura su felicidad, con alegría, de A Coruña a Pontevedra, sin perdonar las vacaciones en su Sanxenxo particular.

Cristina, Jorge y sus tres hijos, Cristina, Ana y Javier este agosto en Baiona
Cristina, Jorge y sus tres hijos, Cristina, Ana y Javier este agosto en Baiona XOÁN CARLOS GIL

«Ni viviendo en el Caribe, perdonamos un verano en Galicia»

Jorge y Cristina son una pareja de gallegos que no perdonan las vacaciones na terriña. Baiona es su tesoro de familia y A Illa el paraíso que han descubierto más recientemente con sus tres hijos

Ana Abelenda

Son los cinco (papá, mamá y tres niños, las mellizas Ana y Cristina y el pequeño Javier) y tienen grandes aventuras. Son de A Coruña, pero todos sus veranos llevan a Baiona. «Yo siempre fui, la tradición empezó con mis bisabuelos o tatarabuelos. Las pandillas allí son de generaciones», comienza Cristina. Ahora, sus tres hijos y los hijos de sus amigos van haciendo también su grupo de verano azul.

Ella llevó a Jorge a su villa de vacaciones, y él fue llegar ¡y encajar! «Para mí, es un refugio, es desconexión. Vamos 15 días y además nos acercamos algún fin de semana largo. Aterrizas, te vistes de otra manera, más informal, conoces a la gente del pueblo y a la que veranea allí de toda la vida. Sales a la calle y no hace falta ni quedar», comparte Cristina. Su playa es la de la Barbeira, su mar de tranquilidad.

¿Lo mejor de veranear en Baiona? «Esa desconexión, aparcar el coche y no saber dónde lo has dejado después de unos días -valora Jorge-. Playa, hostelería, salidas en bicicleta... En Baiona sigues teniendo las callecitas de piedra, las casitas bajas, el paseo de Elduayen». Eso sí, el pueblo cambia por quincenas. En julio es «más gallego».

Su verano es fiel a las Baixas. «Baiona se lleva la palma, el número uno en nuestro top-10», asegura Cristina. Pero con los años van rodando por Galicia adiante. Y más desde que en el 2020 descubrieron la autocaravana. Meten las cinco bicis y empieza lo bueno. Este año pasaron el San Juan en Carnota, se fueron de allí Ribeira; luego, A Illa de Arousa: «A Illa es una delicia en senderos y calitas», dice Jorge. «A los niños les encanta el plan, con su bocata y su mochila», detalla Cristina.

También les enamora la Ribeira Sacra. Bañarse en el embalse de Belesar es «una gozada», otra de sus sugerencias. «No creo que la Ribeira Sacra tenga nada que envidiar a los Fiordos...», ríe Jorge. Está de acuerdo Cristina.

Este septiembre, ella hará con sus amigas una parte de la ruta de los Faros en la Costa da Morte, otro encanto gallego. «Pero Baiona es nuestro tesorito», subraya. No son palabras menores viniendo de una pareja que vivió dos años en el Caribe, diez años antes de tener a sus mellizas. Se fueron a la Riviera Maya ¡a los tres meses de conocerse! «A veces le digo a Jorge: ‘Echo de menos ese momento de locura...’». Tenían 25 años y todos los veranos por delante. «Ni siquiera cuando vivíamos en México, perdonamos el verano en Galicia». Algo tiene la Ribeira celta que no se olvida...

 

El paraíso de Iria es As Saíñas desde que era pequeña
El paraíso de Iria es As Saíñas desde que era pequeña BASILIO BELLO

«El secreto del verano gallego está en la Costa da Morte»

Iria Juncal, máster en gestión de destinos turísticos, siempre elige Galicia para veranear. Estas son sus razones...

Ana Abelenda

El verano del 2020 le dio a Iria Juncal, máster en gestión de destinos turísticos, la oportunidad de comprobar que el verano en Galicia es «muy diverso». «Puedes disfrutar de mil sitios y planes distintos. El verano pasado, hice la ruta entera de las Cíes, y la ruta en kayak de la Illa de Arousa al islote de Areoso, brutal. Hay que hacerla en kayak, no en barquito...», propone quien se mueve de Ordes a Baldaio todas las tardes de verano. El año pasado conoció también otras joyas, pero As Saíñas está en el top de sus sitios favoritos. Razo y Baldaio son sus amores de arena y sal desde niña. Sus padres emigraron a Suiza en los 80 y ella nació en Zúrich. Con 6 años se mudó a Galicia, pero «no fue de repente». Ya tenía la prueba de los veranos en la terriña. «Los veranos aquí siempre fueron sagrados». Solían ir a As Saíñas. Tras venirse a vivir, empezaron a moverse «tirando para Razo», pero han vuelto hacia su rincón original, evitando la gran ola del turismo.

«As Saíñas es mi lugar de esparcimiento y desconexión», asegura Iria. «Voy y vengo todos los días. Es cuestión de fuerza de voluntad, de coger todos los días tu sombrillita, tu toalla, e ir para allá desde Ordes». Ella necesita escaparse a su reserva de relax tarde tras tarde: «Recargo las pilas, en As Saíñas pones el contador a cero».

Iria también siente debilidad por la zona de la ría de Muros-Noia, y por Porto do Son. En atardeceres se queda con los de la Costa de Morte, «que puedes distinguirlos según la estación». Pero la lista sigue: Ferrolterra y sus acantilados son otra de sus pasiones en paisaje. «Hice la ruta hace poco desde la playa de Santa Comba hasta el faro de Ortegal. Puedes ir en coche e ir haciendo rutitas a pie», dice. En Cedeira tiene pendiente visitar la playa de arena negra de Teixidelo. «Es como si estuvieses en Lanzarote -dice-. Pero es una ruta complicada, con pendiente, en la que debes ir con guía para evitar riesgos. Es la espina que tengo, hacer esa ruta».

Lo que le empieza a cansar a Iria es la fiebre «de los banquitos». «A veces los llegan a poner en sitios que estropean el encanto de la zona -considera-. Loiba tienen el que llaman el banco más bonito. Para mí, ese banco no es; hay otro mejor que está más atrás. Las vistas son mejores. Te sientas y estás casi en el mar ante la hilera de acantilados. Aparcas un poco más atrás y vas andando». ¿Vamos?